martes, 26 de octubre de 2010

"Mi experiencia como corresponsal"

Esta apología de los héroes sin nombre ni galardón que David Jiménez ha titulado El botones de Kabul se convirtió en el pretexto para que el periodista catalán alentase a los estudiantes presentes en el Aula Magna de la Facultad de las Ciencias de la Comunicación de Málaga con un discurso franco e inspirador, durante la mañana del lunes. “Yo empecé trabajando diez o doce horas al día, pero aquello no era periodismo” se lamentó; y añadió “me planté en el despacho del director del medio. Muchos quizás lo conozcáis: Pedro J. Ramírez. Y le dije 'quiero ser corresponsal en el único sitio dónde no hay ninguno destinado: Asia'”. Así dio comienzo una prolífica carrera como figurante de las filas del diario El Mundo, que se prolonga ya durante más de quince años.

“Es el mejor trabajo del mundo”
Ante una audiencia formada, principalmente, por futuros competentes del ejercicio periodístico; Jiménez quiso defender que “el corresponsal es los ojos del mundo en lugares que, normalmente, están en absoluta oscuridad”. Advertía, no obstante, de que este cúmulo de experiencias suele pecar de “un desgaste diario que nos lleva a la desgana”. Crítico entusiasta del estado conformista, alegaba que “no hay ningún periodista indiferente que haga bien su trabajo”.

El discurso informativo del autor de Hijos del Monzón (editorial Kailas, 2007) evolucionó, como era de esperar, hacia el lado oscuro de su labor como comunicador en el extranjero: “un riesgo constante, especialmente en zonas de conflicto bélico”. David Jiménez sabe de lo que habla. El 19 de Noviembre de 2001 Julio Fuentes, avezado periodista de guerra, se disponía a cubrir el trayecto entre Jalalabad y Kabul en una caravana que compartía con tres compañeros de profesión. Fuentes acababa de llegar al país con la voluntad de acercar a los lectores la convulsa realidad afgana, en sustitución de nuestro protagonista. En aquel trayecto un grupo de talibanes hizo válida la suerte de que en una guerra la primera víctima es la verdad, acabando con la vida de los profesionales.

De prensa procaz y actualidad del género.
“Me contaba un profesor docente de esta facultad, amigo mío, que el 70 % de los alumnos que hay en esta universidad quieren hacer periodismo deportivo, y habrá algunos a los que les guste el periodismo de corazón; pero yo vengo a hablar de periodismo de verdad.” El periodista barcelonés no quiso demostrar ambigüedades, haciendo gala de una sinceridad apasionada: “las ruedas de prensa son el cáncer de esta profesión, el verdadero reportaje está en la calle, está en la gente”.

“Lamentablemente muchos de vosotros no llegaréis a ejercer el periodismo pero, creedme, en esta profesión no hay paro” aseveró Jiménez, suscitando cierta incredulidad entre los asistentes; y aclaró: “conozco a muchos compañeros que no pudieron formarse en España, marcharon a otros países y venden sus crónicas a los medios nacionales. Si aquí no hay trabajo, lo habrá en la India o en Borneo.” “Yo he acumulado experiencias que serían imposibles de conocer si me hubiera quedado aquí”, siguió enardeciendo al reportero trotamundos. David Jiménez lanzó la piedra y levantó la mano; y ni siquiera alguna que otra frívola disertación ("ahora está de moda secuestrar a un periodista, grabarlo en vídeo y cortarle la cabeza") bastó para desinflar las recién estrenadas aspiraciones nomadistas de los cronista de mañana.

José Ignacio Nogueira García