La última película estrenada en España por Claude Chabrol, nos servirá para adentrarnos en el universo filmográfico del maestro francés, de la mano de este análisis realizado por Inmaculada Sánchez Alarcón.
Gabrielle Deneige (Ludivine Sagnier) vive en Lyon con su madre Marie (Marie Bunel), una librera que la ha criado sola a su hija. La muchacha trabaja como “la chica del tiempo” en una cadena de televisión. En la sede de la cadena, Gabrielle conoce al escritor Charles Saint-Denis (Francois Berléand). Entrado en los cincuenta, brillante, adulador y mujeriego, Saint-Denis seduce a la joven apenas la conoce y en seguida se enamora de ella. Por otra parte, Paul Gaudens (Benoît Magimel), un hombre más joven, rico y caprichoso, también intentará conquistar el corazón de Gabrielle. Ambos hombres se conocen y se odian desde antes de enamorarse de Gabrielle, lo que encenderá aún más la llama de la rivalidad y los celos entre ambos una escalada pasional de imprevisibles consecuencias para los tres personajes.
Ficha Técnica
Ficha Técnica
Título original: La Fille Coupée en Deux
Título en Español: Una Mujer Partida en Dos
Género: Drama
Dirección: Claude Chabrol
Interpretación: Ludivine Sagnier (Gabrielle Deneige), Benoît Magimel (Paul Gaudens), François Berléand (Charles Saint-Denis), Mathilda May (Capucine Jamet), Caroline Silhol (Geneviève Gaudens), Marie Bunel (Marie Deneige), Valéria Cavalli (Dona Saint-Denis), Etienne Chicot (Denis Deneige), Thomas Chabrol (Lorbach)
Guión: Cécile Maistre y Claude Chabrol
Producción: Patrick Godeau
Música: Matthieu Chabrol – Orquesta dirigida por Laurent Petitgirard
Fotografía: Eduardo Serra
Montaje: Monique Fardoulis
Diseño de producción: Françoise Benoît-Fresco
Duración: 115 minutos.
Año: 2007
Países: Francia y Alemania.
Título en Español: Una Mujer Partida en Dos
Género: Drama
Dirección: Claude Chabrol
Interpretación: Ludivine Sagnier (Gabrielle Deneige), Benoît Magimel (Paul Gaudens), François Berléand (Charles Saint-Denis), Mathilda May (Capucine Jamet), Caroline Silhol (Geneviève Gaudens), Marie Bunel (Marie Deneige), Valéria Cavalli (Dona Saint-Denis), Etienne Chicot (Denis Deneige), Thomas Chabrol (Lorbach)
Guión: Cécile Maistre y Claude Chabrol
Producción: Patrick Godeau
Música: Matthieu Chabrol – Orquesta dirigida por Laurent Petitgirard
Fotografía: Eduardo Serra
Montaje: Monique Fardoulis
Diseño de producción: Françoise Benoît-Fresco
Duración: 115 minutos.
Año: 2007
Países: Francia y Alemania.
Gabrielle Deneige está en un restaurante compartiendo el almuerzo con su madre, Marie. Allí le cuenta la historia de amor que acaba de iniciar con Charles Saint-Denis, un famoso y maduro escritor. El rostro angelical de Gabrielle transmite la luz del enamoramiento mientras narra a su madre que Charles aún no puede abandonar a su mujer, Dona, porque esta se siente desesperada ante esa posibilidad.
Justo al comienzo de la secuencia siguiente, Charles comparte también el almuerzo en un restaurante de lujo con su mujer y su agente literaria, Capucine Jamet. Contradiciendo el relato anterior de Gabrielle, Charles y Dona mantienen una actitud de satisfacción.
En estos dos fragmentos de la penúltima película dirigida por Claude Chabrol, es evidente la planificación funcional que suele cultivar el director. La primera secuencia está estructurada con un plano-contraplano de ambos personajes. En la segunda, la cámara se detiene en un plano general fijo de la mesa, después de uno de los escasos movimientos que se pueden ver en Une fille coupée en deux, una combinación de travelling de alejamiento y panorámica que dura pocos segundos.
El montaje, además, es fragmentario. Chabrol hace un énfasis casi obsesivo en los planos medios o medios largos que se suceden unos a otros. Su duración se ajusta rigurosamente a las conversaciones de los personajes. Se pueden encontrar muchas menos secuencias largas o imágenes de encuadre más amplio, como las utilizadas como recurso o para hacer avanzar la acción. Chabrol, pues, da énfasis a las secuencias particulares que se van sumando las unas a las otras para mostrarnos a los personajes y hacer avanzar la narración más que a la continuidad narrativa.
Esta opción de la puesta en escena es coherente con la orientación que el director francés, también coautor del guión, da a esta película, dónde retoma de manera casi exacta la historia y los personajes de otro título dirigido por Richard Fleischer en 1956, The girl in the red velvet swing. Exceptuando a la protagonista femenina, cuya inocencia unidimensional se pone de relevancia incluso en su propio nombre, Gabrielle Aurore Deneige, los demás personajes muestran rostros que esconden otros rostros debajo. Elementos fragmentarios como frases, gestos o planos de corta duración nos permiten saber que, por ejemplo, a pesar de su supuesto comportamiento de esposa ejemplar, Dona ha mantenido numerosas relaciones amorosas paralelas con el conocimiento de Charles, su marido.
Por supuesto, esta opción de Chabrol por personajes cuya apariencia de impecable respetabilidad esconde comportamientos más oscuros, y que se repite continuamente a lo largo de toda su filmografía, resulta más evidente aún en los dos protagonistas masculinos. Escritor de éxito, felizmente casado desde hace veinticinco años, Charles no sólo es un seductor impenitente, sino que lleva a cabo todo tipo de prácticas sexuales desviadas de lo convencional. Para ello acude, incluso, a un club privado dónde también se reúnen hombres y mujeres de la más alta sociedad de Lyon. Es él quién se encargará de ‘enseñar’ a Gabrielle.
Y será, por otra parte, ese aprendizaje sexual con Charles lo que suscitará los celos enfermizos de Paul y el acto de violencia que este lleva a cabo, después de su matrimonio con la muchacha y de que ésta le confiese la relación que mantuvo con el escritor. Paul es un rico heredero que muestra una actitud caprichosa y continuos cambios de carácter, y, aún así, cuando, abandonada por Charles, Gabrielle cae en la más absoluta postración, muestra una extrema devoción por ella. Esa actitud inclinará a Gabrielle a casarse con él. Pero tampoco su amor desmedido define del todo a Paul. El antagonismo que siente por el maduro amante de Gabrielle será el que marque de manera decisiva el comportamiento del rico heredero.
Entre uno y otro, el sustituto de su padre ausente que la ‘enseña’ y el ‘niño caprichoso’ para el que tiene que actuar como madre, Gabrielle es ‘la mujer cortada en dos’. Emocionalmente presionada y dividida, literalmente seccionada por una sierra mecánica cuando actúa como ayudante de su tío Denis, que trabaja como mago en un espectáculo.
Ella es la pieza clave de el rompecabezas moral que Chabrol arma al final de su carrera con todas las piezas que definen también su filmografía anterior: la oscuridad y la violencia que se esconde tras las más intachables apariencias, y que define tanto a los personajes como a los entornos sociales, la alta burguesía a la que pertenece la familia de Paul y en la que se ha integrado Charles y el hipócrita mundo de la televisión en el que se mueve Gabrielle.
Después de ser seccionada por la sierra eléctrica, Gabrielle reaparece intacta y deslumbrante en el escenario. La fille coupée en deux y todo el universo fílmico de Claude Chabrol quedan a la disposición del espectador que quiera interpretar esta última metáfora.
Justo al comienzo de la secuencia siguiente, Charles comparte también el almuerzo en un restaurante de lujo con su mujer y su agente literaria, Capucine Jamet. Contradiciendo el relato anterior de Gabrielle, Charles y Dona mantienen una actitud de satisfacción.
En estos dos fragmentos de la penúltima película dirigida por Claude Chabrol, es evidente la planificación funcional que suele cultivar el director. La primera secuencia está estructurada con un plano-contraplano de ambos personajes. En la segunda, la cámara se detiene en un plano general fijo de la mesa, después de uno de los escasos movimientos que se pueden ver en Une fille coupée en deux, una combinación de travelling de alejamiento y panorámica que dura pocos segundos.
El montaje, además, es fragmentario. Chabrol hace un énfasis casi obsesivo en los planos medios o medios largos que se suceden unos a otros. Su duración se ajusta rigurosamente a las conversaciones de los personajes. Se pueden encontrar muchas menos secuencias largas o imágenes de encuadre más amplio, como las utilizadas como recurso o para hacer avanzar la acción. Chabrol, pues, da énfasis a las secuencias particulares que se van sumando las unas a las otras para mostrarnos a los personajes y hacer avanzar la narración más que a la continuidad narrativa.
Esta opción de la puesta en escena es coherente con la orientación que el director francés, también coautor del guión, da a esta película, dónde retoma de manera casi exacta la historia y los personajes de otro título dirigido por Richard Fleischer en 1956, The girl in the red velvet swing. Exceptuando a la protagonista femenina, cuya inocencia unidimensional se pone de relevancia incluso en su propio nombre, Gabrielle Aurore Deneige, los demás personajes muestran rostros que esconden otros rostros debajo. Elementos fragmentarios como frases, gestos o planos de corta duración nos permiten saber que, por ejemplo, a pesar de su supuesto comportamiento de esposa ejemplar, Dona ha mantenido numerosas relaciones amorosas paralelas con el conocimiento de Charles, su marido.
Por supuesto, esta opción de Chabrol por personajes cuya apariencia de impecable respetabilidad esconde comportamientos más oscuros, y que se repite continuamente a lo largo de toda su filmografía, resulta más evidente aún en los dos protagonistas masculinos. Escritor de éxito, felizmente casado desde hace veinticinco años, Charles no sólo es un seductor impenitente, sino que lleva a cabo todo tipo de prácticas sexuales desviadas de lo convencional. Para ello acude, incluso, a un club privado dónde también se reúnen hombres y mujeres de la más alta sociedad de Lyon. Es él quién se encargará de ‘enseñar’ a Gabrielle.
Y será, por otra parte, ese aprendizaje sexual con Charles lo que suscitará los celos enfermizos de Paul y el acto de violencia que este lleva a cabo, después de su matrimonio con la muchacha y de que ésta le confiese la relación que mantuvo con el escritor. Paul es un rico heredero que muestra una actitud caprichosa y continuos cambios de carácter, y, aún así, cuando, abandonada por Charles, Gabrielle cae en la más absoluta postración, muestra una extrema devoción por ella. Esa actitud inclinará a Gabrielle a casarse con él. Pero tampoco su amor desmedido define del todo a Paul. El antagonismo que siente por el maduro amante de Gabrielle será el que marque de manera decisiva el comportamiento del rico heredero.
Entre uno y otro, el sustituto de su padre ausente que la ‘enseña’ y el ‘niño caprichoso’ para el que tiene que actuar como madre, Gabrielle es ‘la mujer cortada en dos’. Emocionalmente presionada y dividida, literalmente seccionada por una sierra mecánica cuando actúa como ayudante de su tío Denis, que trabaja como mago en un espectáculo.
Ella es la pieza clave de el rompecabezas moral que Chabrol arma al final de su carrera con todas las piezas que definen también su filmografía anterior: la oscuridad y la violencia que se esconde tras las más intachables apariencias, y que define tanto a los personajes como a los entornos sociales, la alta burguesía a la que pertenece la familia de Paul y en la que se ha integrado Charles y el hipócrita mundo de la televisión en el que se mueve Gabrielle.
Después de ser seccionada por la sierra eléctrica, Gabrielle reaparece intacta y deslumbrante en el escenario. La fille coupée en deux y todo el universo fílmico de Claude Chabrol quedan a la disposición del espectador que quiera interpretar esta última metáfora.