Ingrid Mattson, presidenta de la asociación islámica en los Estados Unidos, fue la encargada de abrir un nuevo curso de ponencias, cuyo título (¿del Big Bang al paraíso?) dejaba dudas por resolver. "Quiero superar algunas barreras culturales sobre la mujer en el Islam" instó esta canadiense criada en su infancia al catolicismo. Mattson ilustró como en tribus del Norte de África resulta vergonzoso que el hombre salga en público con la cara descubierta. "Algunos antropólogos destacan que en la mayoría de los lugares en los que las mujeres tapan sus caras, los hombres también lo hacen mediante el velo natural: la barba" añadió en su defensa por las costumbres y tradiciones de su cultura, numerosas veces cuestionada por el papel de la mujer en la sociedad islámica. Pero además de transmitir información variada acerca de la misa, también quiso alentar a "no sacar conclusiones precipitadas: hay que analizar muy bien el contexto".
Y entonces llegó Maier. Tal y como anunciaban los carteles (tres o cuatro en toda Málaga), cada una de las grandes personalidades que se disponían a aparecer por el palacio de congresos era un/a líder en su propio campo. Corinne Maier es la cabeza visible de una opinión vacía, un conocimiento atrofiado por todos los tópicos sociales que se desprenden de una situación natural como la de ser mujer y madre. El firmante no cuestiona la opinión de la francesa sino la falta total de significado en un discurso inflamable. Durante 21 minutos se limitó a ironizar sobre un mundo dicotómico en el que, o bien te haces eco del más fulgurante éxito laboral y te congratulas como mujer de provecho; o desperdicias tu existencias y diriges tu fracaso viviendo a través de las abominables criaturas que has traído el mundo. No es el peso de sus ideas lo que valoramos, sino la intención deliberada de ejercer la provocación en una realidad sin matices que parece deber someterse al radicalismo de esta fabricante de best-sellers. "Los franceses recibieron la noticia (de que el país galo tenía la tasa de fertilidad más alta de Europa) como si fuera un hecho deportivo. Bueno, es cierto que en Francia no tenemos mucho de lo que sentirnos orgullosos" fue otra de las genialidades de la ignorante ensayista. El tiempo de debate dejó al descubierto la fragilidad de los argumentos de su radical teoría que, en una breve referencia a la problemática de la superpoblación, circunscribió que "cada niño que nace es un desastre ecológico". Un servidor, tras la jornada, pudo escuchar a una asistente ensalzar a Maier: "eres una valiente", le dijo. Como si eso fuera suficiente.
"¡Las mujeres prefieren un trozo de metal que enfríe la leche a un trozo de carne caliente que remueva sus hormonas!" zanjó Shmuley Boteach tras demostrar, mediante encuesta a mano alzada, que tan sólo unas pocas representantes femeninas necesitaban a los hombres, mientras que ninguna podría asegurarse la existencia sin un frigorífico. Este rabino Top 10 según la revista Newsweek en 2009 aseguró que "la primera norma de la atracción sexual es el pecado y la segunda es el obstáculo erótico", haciendo referencia a las barreras que encuentra un encuentro carnal y que acrecientan su intensidad. El autor de Sexo Kosher y Adulterio Kosher fue, probablemente, el mejor conferenciante que pasó por El Ser Creativo. El público no paró de divertirse con las ocurrencias de Boteach, que profundizó en las relaciones puramente sentimentales ("1+1=1 es una operación que ninguno de los matemáticos brillantes, presentes en este congreso podría resolver") y de la pérdida de los valores en una sociedad que vive en permanente carencia de autoestima. "El sexo perfecto consiste en desconectar nuestros procesos cognitivos superiores y someternos a nuestros instintos" culminó el rabino, que añadiría en respuesta a las propuestas de la ponente que le precedía: "¡Yo tengo 9 hijos, he sobrepoblado el mundo, soy un terrorista ecológico y...además comen fresas!".