miércoles, 9 de marzo de 2011

Prensa gratuita (III)

La prensa gratuita es el reflejo de las nuevas necesidades informativas. La clase media de las grandes urbes exige la consideración de una "sociedad de la información gratuita". El consumidor joven -no cumple la treintena- interactua con el mundo a través de televisión, los medios digitales y la prensa gratuita. Se pregunta por qué pagar dinero por algo que puede obtener de forma gratuita o, simplemente, comienza a consumir información a partir de la explosión de este sector.
Su éxito resultó acelerado y la aparición de la prensa gratuita -junto a la recesión económica y la explosión de la plataforma digital- ha exigido a los grandes magnates de los medios escritos a reestructurar el mercado. En España, desde el año 2001 experimentaron un crecimiento que no se detuvo hasta 2009. Esta caída en la difusión de ejemplares es fruto de la desaparición de cabeceras que, a su vez, se debe a la crisis económica.
Para sus defensores, la prensa gratuita se dirige a audiencias totalmente distintas del objetivo tradicional de los periódicos de pago. Su consumo complementa esta información de forma subordinada: las cápsulas-noticia que divulga la prensa gratuita suponen una base para el lector, que completa los contenidos de su interés con los medios de pago. Éstos ofrecen la profundidad que aquellos de reparto gratuito no pueden ni pretenden transmitir. La divulgación de este tipo de periódicos, además, favorece que un mayor número de ciudadanos se convierta en consumidores potenciales de periódicos de pago o, simplemente, accedan a contenidos que, de otro modo, nunca se integrarían en su espectro informativo.
Para sus detractores, los periódicos gratuitos suponen una competencia directa para la información de pago. Éstos ven reducidos el índice de clientes debido a la explosión del fenómeno cultural que nació a principios del milenio. La misma resolución anterior sobre los nuevos límites del ciudadano para acceder al conocimiento tienen su aspecto negativo. Expertos e intelectuales afirman que la banalización de la cultura y el espejo trivial de la realidad sólo puede provocar ciudadanos que, si bien otrora eran ignorantes, ahora se sumergen en un consumo informativo que le acerca al paralelismo político y degenera en un mayor grado de manipulación de la sociedad: si antes mi visión la conformaba mi entorno, ahora puede configurarla una divulgación sesgada de un realidad superior.