Vigalondo no llegó a terminar la licenciatura de Comunicación Audiovisual y sus credenciales académicos no impresionaban a nadie, “yo era un mal estudiante, mis notas iban de lo aceptable a lo miserable. Un día saqué un diez. No recuerdo la asignatura ni el temario. Y Borja sacó un 11, con un chanchullo del profesor. El único 11 que he visto impreso en papel. Vaya mierda”. En aquellos tiempos, recuerda, las producciones de Cobeaga eran thillers pretenciosos con carga metafísica, mientras que él se afanaba por la comedieta chusca y absurda. La indecencia de la experiencia daría la vuelta a cada figura.
“Lo que echo de menos del 95 es la inocencia. Tú montabas una idea por entonces y no tenías tantas pretensiones, no era útil. No había allí nada que la pulsión visceral de hacerlo”. Entre sus influencias se cuenta Alan Moore, guionista de historietas británico, autor de V de Vendetta, Wathcmen o From Hell. De este ideólogo toma prestada “la necesidad del artista de dar un salto irresponsable y ambiciones que le coaccionen”. Qué poco nos faltó (1993), su versión de Viven (Frank Marshall, 1993), fue este impulso y la primera piedra de una carrera que se despliega, con luces y sombras, desde hace más de diecisiete años.
En el Aula Magna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Málaga, se proyectaron tres proyectos del Vigalondo primigenio. Una lección de cine (1997) es el esquema brillante del juego natural entre la idea fugaz del artista y su presencia entre el espacio que delimita el encuadre. Snuff movie (1995) es esa jodida frikada que nunca olvidan ninguno de los dos realizadores: la tentación incierta de tomar demasiado en serio algo que no te pertenece. Para ello, dos amigos y una tenaz torturada recrean el mito de las snuff movies, cintas domésticas de terror visceral en las que el sentido de la violencia real toma profundidad de campo. Empezó siendo una broma y “gracias al Festival de Cine de Zaragoza que la proyectó alertando de la falta de sensibilidad del título” y del peligro que corrían los espectadores hipocondríacos, pudo seguir siéndolo.
Pero la sorpresa estaba en el cortometraje proyectado en tercer lugar; un delirio “tarantiniano, por aquel entonces todos queríamos ser Tarantino”, que se excede en sus formas y su estructura, sin guión ni pulso narrativo, que cuenta con un Vigalondo nugatorio que hace patente la máxima del buen director sin habilidad para la actuación. El alterado cineasta se enfrenta a una escena mortuoria en la que toda acción surge de su actividad frenética y se presenta como un burdo ejercicio del director de Knoxville. Vigalondo reniega de este corto y advirtió de la imposibilidad de llegar a ver en la Red este cortometraje, del que dice que “es una especie de ensayo de 7:35 de la mañana pero en versión BETA”.
La mirada retrospectiva tenía paradoja, “tanto si os han gustado como si no, quiero transmitiros la base de mi obra: la falta de sentido común y la necesidad de olvidar todo sentido del pudor para algo que tenga valor”.
Crimen ferpecto
“Estaré toda mi vida intentando defender el humor negro en mis películas. Es un recurso infinito porque se trata de diferenciar entre la línea de lo respetable y lo que no lo es; y podemos creer que lo hemos pasado, flirtear con esta línea”. Vigalondo ya ha pagado por sus ideas geniales; al menos tanto como de ellas obtiene la fama y el reconocimiento. Al imaginario irracional del españolito medio se ha unido recientemente el tweet errante que ha vagado tristemente por todos los medios nacionales. Si algo debemos tomar en serio no es más que la pérdida de Diario cinematográfico, uno de los blogs más brillantes en español que, a consecuencia de la polémica desatada absurdamente, el propio Nacho decidió suspender. “Esperaros al de los 80 000, que ese sí que va a ser bueno. Veniros a Madrid y pasaras por Malasaña, que es dónde vivo; ahí ya os lo cuento”, respondía al aulario abarrotado cuando le pidieron que contase el chiste de los 70 000 followers en Twister.
Regreso al futuro
Pese a no apuntar señal alguna sobre Gangland, el anunciado desembarco de Vigalondo en Hollywood; o Noches transarmónicas, que dirige Cesar Velasco Broca y cuyo guión coescribió el cántabro, sí que habló de Extraterrestre, su esperado segundo largometraje que prevé su estreno para Diciembre de 2011: “Extraterrestre es una comedia romántica pero hay ovnis en la profundidad de campo. Empieza con un tío que se despierta en la cama de una tía increíble, después de una noche de borrachera, no se sabe si han follado, seguramente no. Ellos creen que son las nueve de la noche pero son las siete de la tarde. Él se va fuera del piso porque le echan. Cuando el ejército avisa de que no salgan los madrileños de sus casas porque hay una invasión alienígena, el chico decide que es su excusa para volver al piso. Se trata de eso: aprovecho un ataque extraterrestre para estar un rato más contigo”, y añadía, “parece una idea de mierda pero luego a lo largo de la película pasan más cosas”. Este título, apuntó su creador, bebe directamente de La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954).
También habló sobre la aventura americana de su ópera prima: “con Los cronocrímenes lo que ha pasado es que se ha renegociado el contrato y ahora lo lleva Dreamworks”, y añadía que “no me cuesta aceptar que va a ser mejor que la mía, me gusta pensar que mi idea es la base de algo grandioso. De eso os hablaba. Cuando me dijeron lo del contrato para hacer el remake empecé a pensar en si me invitarían al rodaje y me pagarían el avión. Ese tipo de ideas chuscas circulan en mi cabeza”.
“Lo que echo de menos del 95 es la inocencia. Tú montabas una idea por entonces y no tenías tantas pretensiones, no era útil. No había allí nada que la pulsión visceral de hacerlo”. Entre sus influencias se cuenta Alan Moore, guionista de historietas británico, autor de V de Vendetta, Wathcmen o From Hell. De este ideólogo toma prestada “la necesidad del artista de dar un salto irresponsable y ambiciones que le coaccionen”. Qué poco nos faltó (1993), su versión de Viven (Frank Marshall, 1993), fue este impulso y la primera piedra de una carrera que se despliega, con luces y sombras, desde hace más de diecisiete años.
En el Aula Magna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Málaga, se proyectaron tres proyectos del Vigalondo primigenio. Una lección de cine (1997) es el esquema brillante del juego natural entre la idea fugaz del artista y su presencia entre el espacio que delimita el encuadre. Snuff movie (1995) es esa jodida frikada que nunca olvidan ninguno de los dos realizadores: la tentación incierta de tomar demasiado en serio algo que no te pertenece. Para ello, dos amigos y una tenaz torturada recrean el mito de las snuff movies, cintas domésticas de terror visceral en las que el sentido de la violencia real toma profundidad de campo. Empezó siendo una broma y “gracias al Festival de Cine de Zaragoza que la proyectó alertando de la falta de sensibilidad del título” y del peligro que corrían los espectadores hipocondríacos, pudo seguir siéndolo.
Pero la sorpresa estaba en el cortometraje proyectado en tercer lugar; un delirio “tarantiniano, por aquel entonces todos queríamos ser Tarantino”, que se excede en sus formas y su estructura, sin guión ni pulso narrativo, que cuenta con un Vigalondo nugatorio que hace patente la máxima del buen director sin habilidad para la actuación. El alterado cineasta se enfrenta a una escena mortuoria en la que toda acción surge de su actividad frenética y se presenta como un burdo ejercicio del director de Knoxville. Vigalondo reniega de este corto y advirtió de la imposibilidad de llegar a ver en la Red este cortometraje, del que dice que “es una especie de ensayo de 7:35 de la mañana pero en versión BETA”.
La mirada retrospectiva tenía paradoja, “tanto si os han gustado como si no, quiero transmitiros la base de mi obra: la falta de sentido común y la necesidad de olvidar todo sentido del pudor para algo que tenga valor”.
Crimen ferpecto
“Estaré toda mi vida intentando defender el humor negro en mis películas. Es un recurso infinito porque se trata de diferenciar entre la línea de lo respetable y lo que no lo es; y podemos creer que lo hemos pasado, flirtear con esta línea”. Vigalondo ya ha pagado por sus ideas geniales; al menos tanto como de ellas obtiene la fama y el reconocimiento. Al imaginario irracional del españolito medio se ha unido recientemente el tweet errante que ha vagado tristemente por todos los medios nacionales. Si algo debemos tomar en serio no es más que la pérdida de Diario cinematográfico, uno de los blogs más brillantes en español que, a consecuencia de la polémica desatada absurdamente, el propio Nacho decidió suspender. “Esperaros al de los 80 000, que ese sí que va a ser bueno. Veniros a Madrid y pasaras por Malasaña, que es dónde vivo; ahí ya os lo cuento”, respondía al aulario abarrotado cuando le pidieron que contase el chiste de los 70 000 followers en Twister.
Regreso al futuro
Pese a no apuntar señal alguna sobre Gangland, el anunciado desembarco de Vigalondo en Hollywood; o Noches transarmónicas, que dirige Cesar Velasco Broca y cuyo guión coescribió el cántabro, sí que habló de Extraterrestre, su esperado segundo largometraje que prevé su estreno para Diciembre de 2011: “Extraterrestre es una comedia romántica pero hay ovnis en la profundidad de campo. Empieza con un tío que se despierta en la cama de una tía increíble, después de una noche de borrachera, no se sabe si han follado, seguramente no. Ellos creen que son las nueve de la noche pero son las siete de la tarde. Él se va fuera del piso porque le echan. Cuando el ejército avisa de que no salgan los madrileños de sus casas porque hay una invasión alienígena, el chico decide que es su excusa para volver al piso. Se trata de eso: aprovecho un ataque extraterrestre para estar un rato más contigo”, y añadía, “parece una idea de mierda pero luego a lo largo de la película pasan más cosas”. Este título, apuntó su creador, bebe directamente de La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954).
También habló sobre la aventura americana de su ópera prima: “con Los cronocrímenes lo que ha pasado es que se ha renegociado el contrato y ahora lo lleva Dreamworks”, y añadía que “no me cuesta aceptar que va a ser mejor que la mía, me gusta pensar que mi idea es la base de algo grandioso. De eso os hablaba. Cuando me dijeron lo del contrato para hacer el remake empecé a pensar en si me invitarían al rodaje y me pagarían el avión. Ese tipo de ideas chuscas circulan en mi cabeza”.