martes, 1 de marzo de 2011

Guía del autoestopista académico (I)

A excepción de Brando, George C. Scott, Fernán Gómez y un puñado más de rara avis del séptimo arte entre los que no se incluye el abajo firmante, todo buen aficionado al cine y alguna que otra presa del marujeo disfrutó de las 127 horas de aburrimiento, tal y como se excedía Tim Goodman -crítico televisivo norteamericano-, que prestaron la penúltima exhibición del show americano.
Pero es que todavía nos toca meter el rabo entre las piernas y criticar las películas que nos merecemos. El discurso del rey venía labrándose en los medios la imagen de filme hecho a medida. Actuaciones correctas, prudentes. Una historia sobria de superación, ligera en su forma y su contenido. El tartamudeo del rey roza el absurdo y se convertía en carne de espectador distante, contemplativo. Precisamente sería el representante real el encargado de pronunciar las palabras malditas. Cuando Colin Firth mencionó a Harvey Weinstein en la tanda de agradecimientos más de uno se humedecía los labios y sonreía; porque, una vez más, el Gran Hombre demuestra que en Hollywood el negocio es arte y que si detrás de la elegancia del método existe un producto válido para ofrecer al público, mejor. Cámara en mano, Tom Hooper, un realizador sin talento, afanado en lucir lo contrario a través de un exceso de angulares; un hombre y un oficio: el de no cagarla sonoramente con tanto atractivo. De entre tanto pastizal, Geofrey Rush se impone como el elemento discordante, pero con Bale entre los nominados poco cabe reprochar a la resolución.
Y todavía algún imbécil advertía, en vísperas de la ceremonia, que Bardem apuntaba a favorito; y tirando de orgullo patrio (en sentido contrario), habrá que entender que su papel de desgraciado en la, aún más, desdichada Biutiful -una raya en el agua de la filmografía de Iñarritu- no justificaba la ausencia de Leonardo Di Caprio entre los nominados a mejor actor principal. Nada nuevo; ya tuvimos nuestra dosis de académicos gilipollas hace un par de semanas. Es más, allí lo hacen hilando fino, nada de brocha gorda. Cómo sino algún crítico de renombre se ha dado por satisfecho con los resultados.