El detective más castizo vuelve a la pantalla grande para salvaguardar las paupérrimas cifras de la taquilla española. Santiago Segura se ha encargado de recordárselo a la agenda mediática con ese campaña de auto-coaching, que ya ha convertido en seña de identidad de la casa (título en blanco sobre el fondo negro de la camiseta y desfile de plató a estudio). El estreno coincide con la aparición en prensa de Javier Checa, un empresario malagueño que, profeta en su tierra, se ha afanado en acoger la edición número 84º de los oscar en la capital de la Costa del Sol. En 2012, así, el Palacio de Congresos de Torremolinos sustituirá al obsoleto Kodak; y en lugar de montañeros sin gracia ni chascarrillo, ponemos a los niñatos de El Internado a presentar la gala. Lo dicho. Entre metrobús que se reencarnan en consejeros de transportes incompetentes y soluciones neumáticas que no llegan al mercado, la sociedad española ha decidido lanzarse a la opción con más futuro: la autoparodia.