De las presentaciones formales previas se descolgaba un protagonismo soberbio en boca de la Señora Adelaida de la Calle, rectora de la Universidad de Málaga, que daba paso a los protagonistas de la mañana. Bernardo Díaz Nosty, director de la cátedra UNESCO de la comunicación, daba inicio a la profesionalidad del discurso que convendría la cita internacional. A la treintena de estudiantes presentes, principalmente de tercer y cuarto curso, les advertía la onminiscencia de las voces agoreras con el futuro de la prensa: "hay que recuperar el factor del cuarto poder que ha empezado a caer en desuso con la prensa. No podemos olvidar a los millones de periodistas que se han convertido en náufragos de la crisis -decía en referencia a la extrema unión de la recesión económica mundial y la tradicional crisis del sector, a debate desde los noventa-. A vosotros, estudiantes, os toca recuperar el periodismo”. El representante de la institución organizadora también ponía sobre la mesa la cara amarga de este fenómeno cultural, "me reuní hace unos días con los representantes de la cátedra UNESCO en América Latina. Nos felicitábamos porque en el primer trimestre de este año no había fallecido ningún periodista. El año pasado a estas alturas habían muerto 11 profesionales y el anterior 7. Sin embargo el día 26 nos llegó una alerta que informaba sobre la muerte de un reportero de 33 años junto a su becario de 20, en México. Esta es la otra cara de la libertad de expresión". El autor de El déficit mediático (2005) se mostró prudente y se inclinó por la concepción primigenia del género en el debate sobre si Wikileaks es o no periodismo. Tal y cómo se pondría de manifiesto a lo largo de la presentación, la labor de los dinosaurios de la prensa que han seleccionado, interpretado y difundido los contenidos de los cables publicados por la organización encabezada por Assange es la quintaesencia del ejercio periodístico, y no el lanzamiento masivo sin filtros ni matices que internacionalizaba la agencia con sede en Suiza.
La labor de estos periódicos reside en su capacidad para multiplicar la repercusión que se había previsto en un principio para estos cables. Su esfuerzo por ubicarlos en el contexto, analizarlos y evitar que sus contenidos no pudieran herir a nadie debe ser valorado. Así, el intermediario se convierte, con el reconocimiento que galardona este acto, en un protagonista relativo del discuso mediático. Túnez, Egipto y, pronto, Libia, se transforman en deudores de la tarea ejercida por los rotativos. Por el contrario, si los cables hubiesen sido puesto en circulación sin editar, la información que en ellos se contiene sí podría haber sido un factor de riesgo para autoridades, naciones y sociedad civil. Además, el dominio público inmediato de la totalidad de los 250 000 documentos en bruto sólo podría haber desfigurado la trascendencia que han propiciado estas cabeceras, muy superior a las previsiones iniciales, tal y cómo ha afirmado reiteradamente la organización cuya propiedad recae en The Sunshine Press. Gracias a Wikileaks, el periodismo ha demostrado su papel en la sociedad, en tiempos en los que sus bases se han puesto en entredicho.