Jared Lee Loughner protagoniza la penúltima masacre mediática en los Estados Unidos. Según el FBI, una ráfaga de su Glock semiautomática de nueve milímetros provocó seis muertos y veinte heridos durante un acto público encabezado por Gabrielle Giffords, congresista demócrata, en la localidad de Tucson. Giffords, cuyo estado actual es crítico, es miembro de la cámara de representantes por el octavo distrito de Arizona y participaba en un Congress on your corner -encuentro oficial y público entre votantes y legisladores- cuando fue asaltada por Loughner en el aparcamiento de un supermercado Safeaway. Las investigaciones iniciales apuntaban a un posible cómplice pero, finalmente, el segundo sospechoso resultó ser el taxista que llevó al responsable del atentado hasta el escenario de los sucesos.
Si los argumentos originales de ese establishment republicano extremista no resultaban alarmantes, este jóven originario de Arizona parece haber radicalizado el discurso del partido del té. Siendo las ideas suscritas por Sarah Palin y compañía fácilmente punibles por el abajo firmante, no cabe demerecer el hecho de que, ahora, el eco social demuestre tal falta de profundidad como para censurar a la derecha estadounidense la barbarie en Tucson. La desgracia se convierte en negligencia mediática y el ciudadano medio, cuál veleta, se niega a entender las desavenencias mentales de un perturbado que contaba entre sus títulos de cabecera con Mi Lucha, de Adolf Hitler o el Manifiesto comunista, de Karl Marx , expresión formativa de su comportamiento fanático. No. Ante este tipo de revelaciones, el papel de los medios analistas se antoja fundamental y forma parte de nuestra labor comprender, compartir y convencer, en rigurosos orden. La puta más honesta no es aquella que se mantiene fiel a sus cabales sin bajarse del carro, sino aquella que no alude, en este caso, a la base político-agresiva que gobierna en una familia tradicional y burguesa en Arizona con tres hijos y cuatro rifles de asalto. Es una obviedad; vayamos más allá. La violencia está ahí, no tergiversemos la expresión de la misma.
Si los argumentos originales de ese establishment republicano extremista no resultaban alarmantes, este jóven originario de Arizona parece haber radicalizado el discurso del partido del té. Siendo las ideas suscritas por Sarah Palin y compañía fácilmente punibles por el abajo firmante, no cabe demerecer el hecho de que, ahora, el eco social demuestre tal falta de profundidad como para censurar a la derecha estadounidense la barbarie en Tucson. La desgracia se convierte en negligencia mediática y el ciudadano medio, cuál veleta, se niega a entender las desavenencias mentales de un perturbado que contaba entre sus títulos de cabecera con Mi Lucha, de Adolf Hitler o el Manifiesto comunista, de Karl Marx , expresión formativa de su comportamiento fanático. No. Ante este tipo de revelaciones, el papel de los medios analistas se antoja fundamental y forma parte de nuestra labor comprender, compartir y convencer, en rigurosos orden. La puta más honesta no es aquella que se mantiene fiel a sus cabales sin bajarse del carro, sino aquella que no alude, en este caso, a la base político-agresiva que gobierna en una familia tradicional y burguesa en Arizona con tres hijos y cuatro rifles de asalto. Es una obviedad; vayamos más allá. La violencia está ahí, no tergiversemos la expresión de la misma.
José Ignacio Nogueira García.